miércoles, 24 de marzo de 2021

Kiara

 Kiara llora


Estoy anotando en el pizarrón "Día de la memoria, por la verdad y la justicia".

 De pronto, escucho un sollozo a mis espaldas. Es Kiara.

-Es que hoy no comió -me cuenta Antonella, que se sienta al lado, mientras le pone delante, en el banco, el turrón que le alcanzó con las únicas monedas que trajo.

Entonces, de pronto, todos los compañeros empiezan a llenarle el banco de pipas, caramelos, chupetines. Hasta que desde la retaguardia, como un titán, se asoma Iván.

Iván, el repetidor. El que odia el colegio porque se quiere pasar todo el día jugando a la pelota. El que tiene corte de pelo turro, el desfachatado. Sí, por supuesto, el primer nombre que me aprendí. Se asoma entre la multitud, le ofrenda un alfajor carísimo, un Tofi doble relleno.

Entonces, Kiara llora el doble.

Llora a mamá, que les dice la mentira piadosa de que se levantó tarde y por eso no hizo tiempo a cocinar. Llora a papá, nervioso, que anda muy colorado, que le tiemblan las manos, que les contesta mal por cualquier cosa. Llora la vergüenza de tener que decir adelante de todos que, cuando tenés hambre, no podés pensar, no podés jugar, no podés soñar.

 Y llora también la emoción de descubrir que generoso no es el que te da lo que le sobra, sino lo mejor que tiene.


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