miércoles, 24 de marzo de 2021

Leones y gacelas


-Y bueno, vos también te lo buscaste.

Dice la tía Juliana, cuando su sobrina le cuenta por WhatsApp que tuvo que dejar de ir a terapia porque el padre del nene hace dos meses que no aparece y, desde que nació, nunca le pasó plata.

-¿Y dónde estaba la madre?

Es lo primero que pregunta La Señora cuando  escucha en la radio que en Cuartel V, volviendo de la escuela, un nene de diez años murió atropellado por un colectivo.

-Por eso yo lo mando a la privada.

Comenta Martín, cuando lee en el diario que otro nene, también en el conurbano, casi muere ahogado por caerse en un pozo ciego que estaba con peligro de derrumbe, del que salió, literalmente, todo tapado de mierda.

-Igual, si se moría, no se perdía nada, uno menos, seguro era un negrito de mierda.

Dice Delfina, con los apuntes de la facultad en la cartera que compró afuera, mientras se acomoda las pestañas postizas en el espejo.

Tenés que seguir sirviendo, callate por favor, callate, se dice Rocío.

-Pero qué cara tenés hoy, mamita, mirá que sale gratis sonreír. Andá, ya podés retirarte querida, dice la patrona

Entonces Rocío, la mucama (a la que llaman “la chica que nos ayuda en casa” porque suena más progresista ), se muerde la bronca, pide permiso a la señora, y se esconde a llorar en el baño.

Ojalá el señor supiera que desde hace dos meses, cuando se fue el padre, su hijo, el Toti (también de diez  años), se tiene que ir y volver solo del colegio, y que su alma tiembla como un papel al viento todas las benditas horas, hasta que puede volver a verlo, sano y salvo, en la casa. 

Ojalá la señorita entendiera que todo el mundo está dispuesto a criticar, pero que casi nadie, por más que quiera, te puede cambiar la realidad.

Ojalá supieran que a veces mirás para el costado, y sólo tenés a tu sombra. Que los que podrían ayudarte están bajo tierra o tuvieron que migrar a otras tierras.

 Ojalá ellos habitaran en sus huesos el invierno crudo que es el desamparo. 

Ojalá vivieran alguna vez, aunque sea un solo día, como nosotros, contando las monedas, cansados, con esa bestia en la cabeza que no se va nunca, con ese ardor en el pecho, con esa presión en la nuca, con ese ahogo en la garganta.  

Ojalá se dieran cuenta de que casi nunca pudimos elegir nada, sino que fuimos sobreviviendo, a los golpes, como pudimos. Como nos salió.

Ojalá se dieran cuenta de que el ¿dónde estaba la familia? es amigo del algo habrán hecho, que es el padre del no te metás.

Ojalá pudieran tomarse el tiempo de comprender en lugar de apresurarse a juzgar.

Ojalá. 

Pero eso no sé si es posible. 

Porque los leones son leones, y las gacelas, gacelas.

Y mientras los leones corren por su presa, que puede ser esta hoy, mañana aquella y pasado cualquiera,   

las gacelas, corremos

cada minuto

cada hora

cada día

por nuestra vida.





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