Quisiera que puedas comprender
que, así como vos tuviste
quien te sostuviera
para que te largaras a nadar solo
y te entibiara las aguas
para que pudieras deslizarte con confianza,
sin peligro;
están
los que cayeron al agua
sin saber nadar, sin flotador ni
guardavidas.
Aquellos que pasan sus horas,
sus días, su vida
pataleando y tirando manotazos,
intentando, entre respiración y respiración,
tomar aire, para suplicarle al cielo
conocer, algún día,
alguna orilla.
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