martes, 23 de marzo de 2021

Las mujeres de mi generación

 He visto a las mujeres de mi generación

corriendo detrás de una mujer imposible

que limpia /sabe/ ríe /cría/ cocina

/se ejercita /se actualiza /se forma / cuida /se cuida/ calma a la bestia/

suaviza todo lo que toca / sonríe/ calla

pare sin dolor

obedece sin preguntar

acepta el segundo lugar.

Esa mujer imposible

que le sonríe desde la pantalla

esa mujer imposible

que le inocularon desde pequeña con cada cuento y cada canción.

Las he visto cansarse, hartarse.

Las he visto solas en el baldío de las pantallas, desesperadas en la ambulancia del trabajo precarizado, cosificadas en la maquinaria

implacable de los estereotipos,

desahuciadas en el vacío

de las relaciones descartables.

Las he visto emprendiendo su propio sello,

las he visto dándole mil vueltas a la madeja, insomnes, preocupadas,

haciendo malabares para llegar a fin de mes, estudiando tarot en el camino al trabajo, preguntándole a la aplicación del oráculo

si acaso es esta vida la que hubieran elegido.

Las he visto partir al trabajo,

 dejando a su cría indefensa, 

con los senos llenos de lava.

Las he visto portar, en su cansancio eterno, 

todas las desigualdades de la crianza, 

las he visto extenuadas, caóticas, desbordadas.

Las he visto tratando de lidiar con la bomba frágil de su cabeza.

Las he visto padecer la presión permanente de tener que estar en todas partes, simultáneamente.

Las he visto desesperadas, 

puérperas reincidentes, 

intentando navegar

 las aguas oscuras de su pantano, 

frente a una demanda animal y constante.

Las he visto sosteniendo los cimientos 

de todos los vínculos sin que nadie,

 nunca

les pregunte

 quién las sostiene a ellas.

Las he visto dar vuelta la llave, cerrar el candado y partir a alguna ruta incierta 

que no tiene huellas.

Las he visto huir del infierno, 

las he visto construir un hogar 

en el medio del páramo.

Las he visto desgarradas y desterradas

 por no pactar la complicidad

 de su propio martirio.

Las he visto atravesar la soledad 

que sus abuelas hubiesen preferido.

Las he visto como lobas, 

despertar de la pesadilla de ser ovejas.

Las he visto salir, gritar, llorar, probar, maldecir, pelear, preguntar, marchar, exigir.

Las he visto como chispas encendidas

buscándose en el aire, las unas a las otras

 para poder encender la pira

 para que ardan definitivamente

 los mandatos y los patrones 

sobre sus cuerpos

sus cabezas 

sus vidas.

Las he visto encontrándose, tocándose, abrazándose, 

poniendo en palabras 

en canciones

 en danzas

toda la angustia de siglos 

que ya no quieren cargar.

Las he visto tejiendo redes

tendiendo puentes 

armando manadas.

Las he visto buscando precisar el origen 

de la herida de su carencia.

Las he visto homenajeando la vida,

 los ritos, los ciclos.

Las he visto defender como leonas feroces

 su cría, su manada 

y también

 el derecho a perseguir la magia.

Las he visto mirando hacia el pasado, 

echando luz

a la implosión psíquica de sus antepasadas.

Las he visto con las manos ajadas 

juntar su propia imagen rota en el espejo.

Las he visto con ojos vendados

ofrendarse a los depredadores.

Las he visto con dolor

asumir el coraje de decidir

esta vez

invertir la dirección de la mecha.

Las he visto buscando en su sangre

algún rito que les devuelva la sabiduría

 y les despeje la niebla 

de tanta confusión organizada.

Las he visto tapándose el tatuaje 

de lo que hasta ayer les parecía 

lo certero y verdadero.

Las he visto intentado y renunciando

las he visto probando y esperando

las he visto culparse y enfermarse

las he visto pareciéndose y diferenciándose

las he visto yéndose y quedándose

las he visto transmutar y transcender

las he visto creyendo

 y las he visto desilusionarse

las he visto caerse

y levantarse

una y mil veces

pero nunca jamás

las he visto

rendirse.

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